Nunca fue el propósito de Dios que el hombre muriera. Dios considera la muerte como un enemigo. Odia la muerte. Todas las cosas que llevan a la muerte toda forma de enfermedad y dolencia no provienen de Dios. Jesús lloró en la tumba de Lázaro porque recordó que nunca estuvo en el corazón de Dios que un hombre se enfermara, envejeciera y muriera.
Pero como la consecuencia del pecado es
muerte, Dios envió a Jesús para llevar el castigo por todos nuestros pecados. Y en la cruz, Jesús conquistó la muerte de una vez por todas, ¡librándonos de la enfermedad y los padecimientos para siempre!
El corazón de Dios es que usted sea sanado y restaurado.
Él lo ama tanto que envió a Jesús para redimirlo de la muerte. ¡La cruz de Jesús es la razón por la que hoy puede disfrutar de salud, paz y vida abundante hoy!
Jehová te guardará de todo mal; el guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre (Salmos 121:7–8).
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él (1 Juan 4:9).
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