El ayuno no es solo un ejercicio religioso más. De hecho, si lee Isaías 58 con atención, verá que el capítulo en realidad comienza con Dios reprendiendo al pueblo que estaba ayunando, porque su forma de ayuno era meramente una trivial muestra externa para demostrar su religiosidad. De su hipocresía, Dios dijo:
¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día para que el hombre se mortifique? ¿Y sólo para que incline la cabeza como un junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor? (Isaías 58:5, NVI)
¡Dios veía ese ayuno religiosos tan solo como una rutina más! El ayuno debe romper la rutina, y no convertirse en otra representación sin pasión. Ese ayuno estaba hueco por dentro, como los juncos que crecen en las riberas de los ríos, que se inclinan bajo su propio peso, parecido en apariencia a alguien que se inclina con vacía humildad. Me recuerda a los toros mecánicos que se hicieron populares en los años ochenta. Fueron originalmente diseñados para que los jinetes de rodeo los utilizasen para practicar, pero pronto se hicieron populares como una forma de entretenimiento para “aspirantes” a cowboy en todas partes. Aunque esos aparatos pueden ser mecanizados para imitar casi todos los movimientos de un verdadero toro, son solamente mecánicos. Hacen los movimientos, pero no son lo verdadero.
¡Dios está buscando lo verdadero! Si no tenemos cuidado, cada uno de nosotros puede llegar a endurecerse al Espíritu de Dios y ser indiferente en la adoración, realizando los movimientos de modo mecánico sin quebrantamiento ni pasión alguna. Es fácil para los cristianos desplazarse por la vida con una rutina sin vida. He aprendido que es peligroso tener un ministerio creciente y al mismo tiempo tener una pasión por Dios que encoge. Es peligroso que cualquiera que sea su enfoque, sea mayor en el exterior mientras en el interior su pasión por Dios se ha enfriado. Quizá usted añadió otro cero a su salario este año... pero hubo un tiempo en que usted no tenía nada y sus lágrimas corrían mientras adoraba. Cuanto más hace Él por nosotros, más agradecidos deberíamos estar; no más relajados y cómodos. Si está usted avanzando con una rutina apagada y sin pasión, es momento de romper la rutina. Eso es lo que hace el ayuno, el verdadero ayuno. El ayuno despeja el camino para que nos reenfoquemos y oigamos el corazón de Dios. Como he dicho antes, el ayuno es una disciplina a corto plazo que produce efectos a largo plazo. El ayuno es una elección que usted y yo podemos hacer para interrumpir “la vida como siempre” a fin de oír lo que Dios quiere hacer y cómo quiere Él usarnos para marcar una diferencia en la vida de otra persona.
Hombres, mujeres y niños claman desesperadamente pidiendo ayuda cada día, en todo el mundo, en este país, quizá en este momento en la calle. Están en esclavitud; sufren abusos, son oprimidos, maltratados, tienen hambre, están solos, olvidados y aplastados. Puede que no podamos oír su clamor, pero puede usted estar seguro de que Dios sí los oye. Él oye el clamor de los oprimidos y los no salvos. Por eso el ayuno que Dios desea no es un acto religioso vacío y sin pasión que no da ningún fruto. Dios no puede bendecir eso. Dios tiene un propósito específico para el ayuno y la oración.
El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá. Llamarás, y el Señor responderá; pedirás ayuda, y él dirá: “¡Aquí estoy!”.
Si desechas el yugo de opresión, el dedo acusador y la lengua maliciosa, si te dedicas a ayudar a los hambrientos y a saciar la necesidad del desvalido, entonces brillará tu luz en las tinieblas, y como el mediodía será tu noche. El Señor te guiará siempre; te saciará en tierras resecas, y fortalecerá tus huesos. Serás como jardín bien regado, como manantial cuyas aguas no se agotan. (Isaías 58:6-11, NVI)
Conozco a personas que han experimentado tremendas bendiciones en sus vidas, sus familias, sus matrimonios, sus finanzas y sus negocios a medida que han desarrollado un fiel estilo de vida de ayuno y oración. ¡Pero hay mucho más que Dios desea hacer más allá de nuestros propios límites y necesidades! El quebrantamiento que llega mediante el ayuno comienza con lanzar a los pies de Jesús todo lo que identificamos como nuestra fuerza para decir: “Señor, sé que estoy limitado. Vengo a ti en quebrantamiento, no en mi fortaleza sino en mi debilidad. Reconozco que tú puedes hacer más por medio de mí, quebrantado, de lo que yo podría intentar nunca hacer por mí mismo”. Ese es el tipo de ayuno que conecta con Dios.
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