La figura bíblica de Job es conocida muy superficialmente. La mayoría de personas tienen a este personaje como paradigma de paciencia, cuando en realidad no es esta la faceta que más le distingue. El verdadero Job es un agonista, un luchador heroico con rasgos sublimes, pero también con serios errores. Es un gran hombre, pero hombre al fin y al cabo.
apaz de afrontar con temple de acero las mayores calamidades, no pudo compaginar su teología con su experiencia, lo que significó para él una insufrible tortura. Si él había vivido íntegramente, ¿por qué Dios lo castigaba como si fuese el mayor de los injustos?
Discute no sólo con sus tres «amigos», inútiles consoladores, sino también con Dios mismo. Finalmente se ve vencido por la majestad y la soberanía de Dios, y su fe, acrisolada por sus dolorosas pruebas, sale triunfante y goza nuevamente del favor de Dios.
En Job infinidad de personas han visto reflejadas las experiencias espirituales más intensas de su vida.
Por eso el libro no ha perdido actualidad. Y mientras haya en el mundo seres humanos que sufren incomprensiblemente, mientras haya almas que agonizan enfrentándose con los misterios morales del universo, animados por la fe y torturados por la duda, pero indómitas en su búsqueda de luz, el libro de Job tendrá un mensaje único, insustituible.
El comentario que se ofrece profundiza en la experiencia de Job y extrae las saludables leccciones que los monólogos del patriarca y los diálogos con sus inútiles «consoladores» encierran.
Mientras haya en el mundo seres que sufren enfrentándose a los misterios morales del Universo, animados por la fe y atormentados por la duda, el libro de Job tendrá un mensaje único e insustituible.
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