Empezó todo en el Jardín del Edén. Adán y Eva estaban en un ambiente perfecto y en perfecta fraternidad con Dios. Ellos se sometían a Dios en todas las cosas hasta que Eva entabló un diálogo con el adversario de Dios, Satanás, el primer apóstata (vea también Isaías 14: 12-14). Él manipuló a Eva para que ella reconsiderara la Palabra de Dios cuestionando lo que Él había mandado: “¿Conque Dios os ha dicho…?” El objetivo de la serpiente era que Eva “abandonara” o “ignorara” el mandamiento que Dios había dado a Adán: “(que) ellos no deberían comer del árbol del bien y del mal” (Génesis 2:17; 3:1). Eva sucumbió a la seducción y Adán se unió con su esposa en rebelión en contra de Dios y la semilla de la apostasía tomó raíz.
La semilla de la apostasía brotó en Caín, quien desobedeció las instrucciones de Dios en ofrendar un sacrificio aceptable e instituyó su propio tipo de ofrenda. La apostasía creció con la construcción de la ciudad y la torre de Babel. Unificó a la gente hasta el punto que “allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.” (Génesis 11:9). Más tarde, en el pueblo de Israel, Aarón participó en apostasía cuando él ayudó a los Israelitas en su adoración idólatra del becerro de oro (Éxodo 32).
A través de la historia del reino del norte y del reino del sur de Israel, muchos de los reyes fueron apóstatas. El rey Acaz de Judá es un típico ejemplo. Él endorsó la idolatría en Judá e hizo que su hijo pasara por la hoguera de fuego en un ritual al dios Moloch. Sometiéndose a las instrucciones de Acaz, el profeta Urías participó en la apostasía cumpliendo el mandato del rey y haciendo una copia del altar pagano y preparándolo para propósitos de adivinación. Acaz después hizo que el altar se incorporara en el servicio de adoración del templo en Jerusalén.
La apostasía ha sido parte de cada generación desde la caída del hombre. La Escritura nos dice que culminará durante los últimos días cuando el Anticristo sea revelado. Su religión será un Cristianismo apóstata, todo lo contrario del Cristianismo Bíblico. Acomodará a todas las religiones. Aunque la apostasía no se manifestará plenamente hasta el Arrebato de la iglesia verdadera, su desarrollo ha estado en progreso desde que el pecado entró en la raza humana. Además, a través de la historia bíblica y de la iglesia, muchos creyentes verdaderos, ya sea en ignorancia o por su debilidad de la carne, han contribuido al desarrollo de la apostasía. Salomón es un ejemplo de esto. Como un creyente, él fue usado por el Espíritu Santo para edificar el Templo y para escribir la mayor parte del libro de Proverbios, Cantar de los Cantares y Eclesiastés, pero al mismo tiempo él se casó con muchas mujeres paganas, lo cual es totalmente contrario a las Escrituras. Estas mujeres llevaron a Salomón a la idolatría y como consecuencia Salomón construyó templos para que sus esposas extranjeras adoraran a sus dioses paganos.
En la historia de la iglesia hombres como Agustín y Martín Lutero son considerados como verdaderos creyentes, especialmente por aquellos que se mantienen fieles a la teología de la Reforma. Pero aún así, fue Agustín que conceptualizó muchos de los dogmas que han formado los cimientos de la teología falsa y del evangelio falso de la institución apóstata más grande en el mundo Cristiano, la Iglesia Católica Romana. Lutero debe ser reconocido y elogiado por haber confrontado heroicamente en contra de la iglesia de Roma, pero no debe ser elogiado por su teología de reemplazo ni tampoco por su odio anti-bíblico en contra de los judíos. La historia posterior de la iglesia está repleta de Cristianos quienes voluntariamente o involuntariamente fueron partícipes del desarrollo de la apostasía.
Resumiendo lo que hemos expuesto anteriormente, la apostasía empezó con el pecado de la humanidad, aumentará en los últimos días y culminará cuando el Anticristo tenga control de este mundo durante los siete años del período de la Gran Tribulación. Por lo tanto, a medida que el mundo se dirige hacia la culminación de la apostasía, todos los Cristianos van a ser vulnerables a su destructiva seducción.
¿Cuál es el antídoto? ¿Cómo podemos nosotros evitar el sucumbir a todas esas tendencias que nos llevarían a la apostasía? Empecemos con el plan de prevención presentado en el Salmo 1: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado.”
El salmista nos da instrucciones para una vida espiritual y fructífera en el Señor. Estas instrucciones están centradas para que nuestro ser sea fortalecido por la Palabra de Dios y empieza con la advertencia que no debemos seguir el consejo de los malos. Esto no quiere decir que debemos evitar solamente el consejo de aquellos que son obviamente malignos pero sino también rechazar cualquier consejo que no esté de acuerdo con lo que es enseñado en la Palabra de Dios. Dos veces encontramos en el libro de Proverbios (14:12; 16:25) que hay un camino que parece correcto para el hombre pero que no es el camino que Dios manda. No es el camino de Dios porque ese camino nos lleva a la muerte, lo que significa la separación de la verdad de Dios y que finalmente nos llevará a nuestra destrucción.
Un factor muy importante relacionado con la apostasía y la subversión que esta ejerce en la iglesia evangélica es que el número de los que se llaman Cristianos y que creen en la suficiencia de la Palabra de Dios está disminuyendo: “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la santidad nos han sido dadas” (2 Pedro 1:3). Es más, evangélicos en gran número están aceptando la sabiduría falsa del mundo secular. La iglesia evangélica es la principal fuente de referencia de servicios de consejería psicológicos. Los pastores están guiando a los rebaños a las manos de los psicoterapistas profesionales quienes ahora son equivalentes a contratistas bíblicos. Es más, los pastores están tratando de aumentar el número de feligreses por medios seculares que el mercado del mundo utiliza. Todo esto ha tenido repercusiones catastróficas en la fe bíblica y en la iglesia en general.
La advertencia de las Escrituras de no andar en el consejo de los malos, de no estar en el camino de los pecadores, ni estar sentado en la silla de escarnecedores, indudablemente refleja una regresión del buen camino a la maldad. Cuando uno empieza a escuchar y a absorber lo que dicen los que se han desviado de la fe, y aún los enemigos de la fe, uno llegar a sentirse cómodo en ese ambiente y eventualmente empieza a practicar lo que esta gente está predicando. El resultado trágico es que el corazón se vuelve insensible a la verdad de Dios y la actitud de uno se convierte en desdeño cuando es confrontado con la verdad de Dios.
El salmista cambia de dirección cuando le dice a los creyentes las medidas preventivas que deben tomar e incorporar en sus vidas: “en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Salmo 1:2).
La razón principal por lo cual la apostasía está influyendo en gran manera en el mundo evangélico es porque muchos de los que se identifican como evangélicos son analfabetos bíblicos. Esto quiere decir que aunque casi todos los “Cristianos” tienen Biblias y tienen la habilidad de leer, muy pocos de ellos son los que realmente leen la biblia, y aquellos que la leen no practican en sus vidas la verdad de Dios que está en las Escrituras. Esta es una dura realidad que estamos confrontando en nuestro tiempo actual. En una reciente encuesta de aproximadamente 35,000 adultos en los Estados Unidos se reveló que el 57 por ciento, quienes decían ser evangélicos, creen que “todas las religiones, de una manera u otra, nos llevan finalmente a la salvación eterna.”
Obviamente estas personas no están al tanto o no toman en serio lo que Jesús declaró, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6) y Pedro exclamó, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos” (Hechos 4:12). Las Escrituras nos dicen que en los últimos días cierta perversa actitud va a ser prevalente: “Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos” (2 Timoteo 4:3-4).
En nuestros días, la verdad absoluta de la biblia y el exclusivo camino a la salvación son vistos por el mundo como la epítome de intolerancia, una acusación que muchos evangélicos no pueden contrarrestar, especialmente aquellos que no conocen la biblia lo suficiente como para poder dar una respuesta bíblica adecuada. El meditar en la Palabra de Dios continuamente es la solución obvia para rectificar esa condición. Además, existe ayuda y apoyo por parte de nuestro Señor. Considere Su oración al Padre para el beneficio de los creyentes: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17).
Jesús quiere que seamos santificados, o estar apartados, como aquellos quienes, no importando lo que el mundo piense y diga, están confiados plenamente que Su Palabra es la verdad. Él dijo, “Si vosotros permanecieres en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-32). Parte de esa libertad es la confianza para seguir “luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos” (Judas 1:3). Uno no puede “luchar vigorosamente” por algo que ignora casi totalmente. Solamente a través de un estudio disciplinado de las Escrituras uno va a poder lograr estar capacitado para defender la fe.
En el libro de los Proverbios se nos dice, “La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento” (Proverbios 4:7). Dios ha hecho Su sabiduría disponible para nosotros por intermedio de su Palabra. Además, para todos aquellos que han puesto su fe en Jesús, Él les ha dado el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, para ayudarnos y poder entender Su verdad. Conociendo las Sagradas Escrituras es la medida preventiva del programa de Dios en contra de la apostasía, y está disponible para todos aquellos que busquen al Señor y Su verdad. Ese es el criterio bíblico para obtener sabiduría y discernimiento.
El Apóstol Pablo escribió a Timoteo, “Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15). Claramente, esto no tiene nada que ver con la habilidad intelectual o la educación, pero sí tiene mucho que ver con el deseo de conocer la verdad de Dios y hacer todo lo posible para lograr esa verdad. El hecho que el Señor haya seleccionado a pescadores que no eran educados como Sus apóstoles para que sean ellos los primeros mensajeros de Su Palabra, en vez de haber escogido aquellos que eran altamente educados en el establecimiento religioso, dice mucho a aquellos que piensan que no están capacitados para compartir la Palabra de Dios.
El creyente quien medita continuamente en la Palabra de Dios, encontrará que sus esfuerzos serán armas preventivas en contra de la apostasía y al mismo tiempo reforzarán su fe. Además, eso forma la base o el cimiento para ser espiritualmente fructífero: “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmo 1:3). Y también va a equipar al creyente para la guerra espiritual que está ahora ocurriendo.
La esencia de la guerra espiritual es sobre la Palabra de Dios. La estrategia del adversario es desacreditar las Escrituras por todos los medios posibles. Como hemos mencionado, todo empezó en el Jardín del Edén, inicialmente cuestionando la Palabra de Dios, y seguido por la negación de Su verdad (Génesis 3: 4-5). Aquellos que no reconocen que están es una batalla espiritual puede que ya hayan sido capturados por las mentiras del Adversario. El Apóstol Pablo escribió que no debemos ser ignorantes de las artimañas del enemigo (2 Corintios 2:11) y usó metáforas militares para enfatizar la realidad de la guerra espiritual que está ocurriendo y para preparar la defensa del creyente:
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (Efesios 6: 13-17).
Nuestra batalla es la buena batalla de la fe, recordando que nuestras armas no son carnales sino espirituales (2 Corintios 10:4). Es una “guerra” acerca de la verdad, con la meta de estar preparados para resistir los días malignos. Nuestra victoria está simplemente en mantenernos firmes por la Palabra de Dios.
A medida que la batalla se intensifique, como nos dicen las Escrituras que va a suceder antes que el Señor venga por Sus santos, necesitamos estar “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18). Necesitamos poner en un círculo a todos los vagones, para así tener fraternidad y protección espiritual con otros creyentes y también tener consejería, apoyo, corrección, consuelo y poder ministrar los unos a los otros. Si tales cosas forman parte de nuestras vidas mientras que esperamos por el Señor, y aunque la apostasía afecte negativamente el ambiente espiritual a nuestro alrededor, nosotros seremos como un árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan, y todo lo que haremos será prosperidad en el Señor.
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