EL ANGEL DE LA PAZ


“¿Qué me está pasando?” Ese pensamiento estalló en mi mente, mientras me tambaleaba ante la vista de la vasta e insondable profundidad debajo de mí. “¿Estoy soñando? ¿Estoy muerta? ¿Estoy viva?” Mil preguntas corrieron en mi mente como extraños objetos no identificados flotando alrededor de mí. Parpadeé, tratando de aclarar mi visión, pero era como un sueño extraño, sin algún punto de referencia familiar al que pudiera asegurar mi cordura.

“¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme!” Mi grito estalló desde lo más profundo de mi ser, mientras miraba con desesperación hacia el infinito y sin camino a mi alrededor. Luché en vano para volver a la seguridad de mi país, mi hogar y mi familia. Una luz brillante apareció muy por encima de mí. Al igual que una estrella gigante, su destello de luz disipaba la oscuridad, a medida que descendía. Todo mi ser estaba sumergido en un resplandor glorioso.

Me acerqué con cautela, mientras se convertía en el ser más magnífico que jamás había visto. En su cabeza había una corona de joyas de luz agrupadas. En su mano izquierda sostenía una simple cruz. En su mano derecha empuñaba un sable de luz y, mientras avanzaba hacia mí, luz fluía de ella y me tocó.

Al instante, todo un nuevo mundo de sensaciones llenó mi ser. Los temores e incertidumbres desaparecieron y me llenó un deseo irresistible de ir con ella. Sin embargo, paralizada por el asombro y la maravilla, sólo podía ponerme de pie y mirar. Curiosamente, todo lo que mi mente podía pensar era: “¿Cuál es su nombre?”. Como me quedé boquiabierta, ella habló.

“¡Entonces, Marietta! ¿Te gustaría saber quién soy?”, ella sonrió. “Yo soy el ángel de la paz. He sido enviada para mostrarte lo que le sucede a los seres humanos cuando dejan este mundo. Si deseas conocer la respuesta a esta pregunta, sígueme.” Mi mente estaba corriendo. ¿Cómo me metí en esto? ¿Qué yo había hecho para traerme a este lugar extraño?

Durante mucho tiempo antes de que esto sucediera, había luchado con las grandes interrogantes de la vida. Un par de cosas se habían vuelto más claras a medida que le daba vueltas en mi cabeza una y otra vez, y llegué a una serie de conclusiones simples. Éstas fueron: perseguir el dinero y las buenas cosas nunca puede hacerte feliz; las relaciones te pueden fallar (nadie es perfecto); y muchas tradiciones religiosas no son confiables.

Mientras miraba a mi alrededor, pude ver claramente que muchas personas no estaban contentas y ansiaban la paz. Yo había pensado mucho y cuestionado duramente, tratando de aprender sobre el alma humana y por qué se comporta como lo hace. Cuanto más pensaba en estas cosas, más me daba cuenta de que no podía encontrar las respuestas por mí misma. Yo quería respuestas apasionadamente, en especial a la pregunta más importante de todas: “¿Qué nos pasa cuando morimos?”. No pude llegar a una conclusión satisfactoria. En medio de esta confusión, me encontré aquí, en el más extraño de los días extraños.

Todo había comenzado lentamente y poco a poco. Me había convertido progresivamente en alguien menos y menos consciente de las cosas físicas que me rodeaban. Mi ser interior parecía ser más fuerte y, de alguna manera, más consciente. Los objetos en la habitación, las paredes, techo y muebles, se convirtieron en sombras y, finalmente, desaparecieron por completo. Entonces me encontré en este nuevo mundo increíble con las experiencias extraordinarias que me trajo.

Desde mi regreso, he tenido mucha gente preguntándome lo que pasó. He tratado de contarles porque es para eso que me mostraron todas estas cosas, pero lucho con esa petición. Simplemente, no hay manera en el mundo de describir completamente las cosas que vi más allá de la tierra. Nuestras palabras, incluso, podrían estropear la belleza y la perfección de las cosas celestiales que están allá fuera.

Pero tengo que completar la tarea que me han dado, así que voy a tratar de describir lo que vi. Lo único que pido es que ustedes, que leen esto, miren más allá de mis deplorablemente inadecuadas palabras, y traten de ver algo del verdadero poder, la belleza gráfica y la gloria divina de las cosas que vi.

“Sígueme”, dijo el ángel, pero antes de hacerlo, mira hacia atrás y obsérvate a ti misma.”

Yo miré muy por debajo a través del espacio nublado y oscuro, y finalmente pude ver mi cuerpo inmóvil. En torno a mí, estaban mis amigos preocupados que me llamaban y me sacudían frenéticamente, tratando por todos los medios posibles de despertarme, pero sin éxito.

“Este es el punto de vista humano de la vida”, dijo mi guía angelical. “Mira a tu familia. Te aman y lloran por ti. Todo ser humano pasa por problemas y angustias y, finalmente, la muerte. Pero les está oculta la verdadera imagen de lo que sucede después de todo eso.

“Hay millones y millones en todo el mundo. Están llenos de esperanza, ambición y problemas. Entonces, finalmente, la muerte llega. Todos ellos tienen miedo de la muerte. Es un destructor implacable y acorta la vida. Generaciones van y vienen, una tras otra en rápida sucesión.”

Tímidamente hice una pregunta. “Sé que soy joven y no sé mucho, pero he estado pensando mucho en estas cosas. Un día, todas estas personas morirán. ¿Qué pasa con ellos? ¿Tienen un lugar a dónde ir? ¿Puedes llevarme con ellos? ¿Puedo ir y estar con mis seres queridos que ya han muerto?”

Esperé por su respuesta. Me di cuenta de lo mucho que increíblemente quería saber. Por mucho tiempo, esta pregunta me había perseguido, día y noche. Sin poder compartirla, la había enterrado en lo más profundo dentro de mí, donde daba vueltas y vueltas. La respuesta siempre era difícil de alcanzar. Ahora, de manera notablemente inesperada, este ángel de la paz se posaba delante de mí, enviado desde el otro mundo. Yo estaba al borde de un descubrimiento monumental, uno que por fin podría resolver estos asuntos que me habían afectado.

—Extracto tomado del libro Nueve días en el cielo de Dennis y Nolene Prince; esta es la historia verídica de Marietta Davis en el verano de 1848. Una publicación de Casa Creación.

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