Cuando quieres hacer las cosas bien en un mundo donde lo equivocado parece lo correcto, de pronto te hallarás en medio de un...
Fuego Cruzado
Tic-tac…
¿Uh?
Tic-tac… tic-tac…
¿Un reloj? ¿De qué se trata esto?
Tic-tac… tic-tac…
Ah, el tiempo. Sangrando, sangrando, inexorable, sin compasión alguna, arrastrándo a algunos, y empujando a otros. Es increíble cómo pueden estirarse, modificarse, ampliarse o reducirse las cosas. Acomodarlas al antojo, distorcionarlas, modificarlas…
Tic-tac…
Excepto por ese desgraciado sonidito.
Tic-tac… tic-tac…
Los segunos pasan, y se convierten en minutos. Estos a su vez conforman horas, para luego reunirse en días, los cuales llegan a ser semanas, posteriormente meses...
Tic-tac…
¡Maldición! ¿Es que nunca vas a detenerte? O más bien, ¿no desearé realmente que nunca te detengas?
Tic-tac… tic-tac…
Nosotros, limitadísimos seres tridimensionales, nos movemos a lo largo de esto que alguien que más o menos sabía de lo que estaba hablando llamó “línea”. ¿Qué es el tiempo en realidad? ¿Una magnitud física? ¿Quién puede osar explicarlo? Si ponemos suficiente esfuerzo en imaginarlo, podemos pensar en nuestra vida como una tomografía, o “rebanadas” tridimensionales que se mueven a lo largo de una línea, representada por el tiempo. Estoy escribiendo esto en el presente. Cuando se lea este otro enunciado, aquél primero ya será pasado, y el que estoy a punto de escribir será futuro, pero ¡qué cosas! Este enunciado “futuro” de los anteriores pasará a formar parte del pasado cuando alguien más llegue a leerlo.
Eso es el presente, un contínuo ir y venir de posiciones tridimensionales fijas, sucediéndose una tras otra, mientras sigamos escuchando ese molesto tic-tac que parece recordarnos algo ominoso.
Todos esos pasados se acumulan y definen lo que somos. “Eres la suma de tus pasados,” me dijeron una vez, “y cuando llegue la hora de la crisis, eso es lo que será revelado.” En otras palabras, la crisis revela, y la crisis absoluta revela absolutamente.
Por otra parte, el futuro no está escrito. Empero, sé de cosas que tienen que ocurrir. La cuestión abierta se convierte entonces en si sí o si no llegaré a participar en aquellas cosas que han de suceder pronto. Por ese lado, Dios se muestra extremadamente misericordioso…
Tic-tac…
…pero uno no suele considerarlo. Me desperté esta mañana haciendo una rápida reflexión, repitiéndome a mí mismo las palabras del Señor a la iglesia de Laodicea. “Por cuanto no eres ni frío ni caliente, sino tibio, te vomitaré de mi boca.”
Antes de sentarme a escribir esto me serví un café. Después de unos minutos, se tibió. Sabe terrible. Necesito calentarlo.
Han llamado mucho mi atención ultimamente los ubicuos absurdos del mundo. Y no solamente absurdos, sino las inconsistencias y las arbitrariedades.
Cada vez que se habla de lo eterno, prácticamente en todos los casos me encuentro ante mera opinión. La pregunta “¿y tú por qué crees en eso?” casi siempre queda sin respuesta. La gente echa mano continuamente de los princípios expuestos en la Biblia para que la vida tenga sentido (la lógica, la moralidad, el bien y el mal, por nombrar solamente algunos), pero vive inconsistentemente al negar dichos principios cuando más le convenga. Es como creer en la evolución: si somos meramente un accidente cósmico, agua de charco y si la percepción de la realidad, las emociones, la mente y la voluntad son meramente reacciones químicas que ocurren en el cerebro, ¿qué diantres importa lo que un accidente químico le haga a otro accidente químico? Y por ende, ¿qué importa lo eterno? Uno regresa simplemente al polvo, ¿no es así? Pero entonces, ¿porqué nos da un miedo atroz el morir?
¿Saben a qué le tengo pánico? A encontrarme sin tiempo un día.
Tic-tac…
Parece mentira: uno sabe qué es lo que debe de hacer, y cómo debe de vivir. No basta, repito, NO BASTA con meramente ser bueno. Reto a cualquiera que esté leyendo esto a que me mande decir si ha cumplido con todos y cada uno de los 10 mandamientos, los cuales puedo apostarles un peso a diez, que la mayoría de nosotros no puede enumerarlos siquiera. El estándar es demasiado alto.
En un solo segundo ocurren cosas muy interesantes. Diez de ellos son el momento decisivo y final de un corredor de los cien metros planos. Pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte en toda una gama de situaciones. En un segundo puede robarse un beso, destruirse una amistad, jalar un gatillo, esbozar una sonrisa, tomar un sorbo de café, subir un peldaño, decir “hola”, bendecir o maldecir.
De acuerdo a la Biblia, estos días son malos. Los que no querían admitirlo simplemente tienen que asomarse por la ventana y mirar. Y siento, puedo sentir cómo es que el tiempo se acaba.
¿Qué va a pasar entonces? ¿Me voy a encontrar un día caminando por la calle, dándome cuenta de que acaban de pasar más de cuarenta años? ¡Y no existe forma alguna de recuperar el tiempo perdido!
Dentro de trescientos años, a nadie va a importarle cuánto dinero tuviste, ni qué puesto laboral alcanzaste, ni qué auto conducías. Los asesores de inversión suelen decirle a uno que vea dónde estará su dinero dentro de veinte años. Pero llevemos eso un paso más adelante: ¿dónde estarás TÚ dentro de doscientos mil años?
Es evidente que vamos a pasar más tiempo muertos que vivos. Siendo así, creo que es importantísimo que estemos seguros de qué es lo que va a pasar a continuación. Dicho sea de paso, con cada tic-tac, en alguna parte del mundo, 7 personas han ido a darse cuenta de qué es lo que pasa después de que uno muere. De hecho, cerca de 1700 desde que comenzaste a leer esto, si es que has podido llegar hasta éste párrafo.
Me propongo no a darle vueltas al asunto, sino a tratar de resolverlo. ¡Que vuele la pluma! Hay tiempo de hablar y tiempo de guardar silencio. Creo que es tiempo de hablar.
Tic-tac… tic-tac…
1 comentarios:
Ojalá que siempre nos de fuerza y motivación la Fe en la Resurrección (1 Corintios caps. 5 y 15). Bendiciones.
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