Padre nuestro – La interpretación usual de ésta frase de apertura se enfoca en la paternidad. Nos preguntamos cómo seremos capaces de comprender a Dios como padre si carecemos de ejemplos de padres humanos.
Es evidente que este es un problema monumental en nuestra cultura moderna. Con un creciente número de niños criados sin padre, y con la pasión pecaminosa de simplemente eliminar la necesidad de un padre, nuestros hijos se alejan cada vez más de abrazar al verdadero Padre. Necesitamos un recordatorio de la importancia de padres santos.
Pero eso no es lo que quiero ver hoy.
Quizás te enseñaron que el concepto de “nuestro Padre” era nuevo a los oídos judíos. No es así. Aunque no permanecía en la cabecera del pensamiento judío, existen muchos ejemplos de la comprensión colectiva de Dios como nuestro Padre en el pensamiento judío. Empero, hay algo aquí que arroja nueva luz en esta conexión divina. Cuando Dios es nuestro Padre, ninguno de nosotros tiene historia.
He aquí lo que significa. Todos estamos conectados por medio de algún vínculo en la historia de nuestro pasado. En algún lugar allá atrás, todos venimos del mismo origen. Ciertamente la Biblia enfatiza nuestro legado común. Ningún hombre se separa radicalmente de ningún otro hombre.
Enemigo o amigo, aun somos hermanos. Pero Yeshua sugiere algo más profundo. Cuando oramos “Padre nuestro” nos colocamos en relación directa con Dios. Ya no dependemos de nuestra ascendencia para establecer nuestra relación con Él o con otros. Él es nuestro Padre inmediato.
Nos levantamos ante Él sin ningún legado o ascendencia. Dios nos concibe (eso es lo que dice en Juan 3) y somos Sus hijos directos. Lo expresamos comúnmente con el proverbio “Dios no tiene nietos.” Eso es cierto. Pero lo que implica es muy profundo.
Si Dios es mi Padre inmediato, y Él es tu Padre inmediato, entonces estamos unidos por lazos sanguíneos espirituales. Nos pertenecemos el uno al otro. Yeshua lo deja abundantemente claro en el pronombre, nuestro.
Él es el Padre de cada uno de nosotros, juntos. Y cuando nos acercamos a ÉL, lo hacemos como parte de Su familia inmediata. Nuestra presencia ante Dios no es individualista. Nos representamos mutuamente. Somos Sus hijos, plural. Necesitamos pensar en nosotros mismos como Sus hijos, plural. Este concepto corre profundamente en la Escritura. Cuando uno peca, nos afecta a todos.
Cuando uno duele, todos clamamos. Cuando uno se regocija, todos bailamos. Cuando uno se pierde, todos lloramos. A fin de cuentas, Él es nuestro Padre.
Este es el pensamiento de apertura en el modelo de oración. ¿Comprendiste eso? Lo primero en la oración es que comprendamos nuestro vínculo común. La oración comienza con “nosotros,” no “yo.” No cuento con historia. Solo los tengo a ustedes, mis hermanos y hermanas. Venimos juntos a Él.
Quizás debamos comenzar a orar de nuevo.
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